"Minusvalía" de Astrud, probablemente uno de los subproductos más sobrevalorados del panorama musical independiente español de los 2000. Aquellos a quienes les sobre un par de minutos en su vida para dedicar a escuchar el tedioso lamento estirado de esta banda, podrían hallar alguna reminiscencia de la Nouvelle Vague francesa combinada con los clichés más decadentes de la música electrónica experimental de los 90, representados en menor medida por Broadcast y Stereolab. Este intento abyecto de llamar la atención por la "reflexión profunda" a través de manidas metáforas pretenciosas no es más que un desesperado esfuerzo por lograr el apego emocional de su audiencia. La peyezomería de Astrud, lejos de llegar a la hondura lírica y conceptual que si encontramos en artistas como Nacho Vegas o Christina Rosenvinge, consigue hacer aflorar ese instigante hastío, abundantemente presente en una sociedad aparentemente dormida pero perversamente satisfecha con bazofias sonoras que tienen de créative sólo el pelo de una panadesa.