"Taxman". Esa brillante composición "músicalmente arrogante" de George Harrison, que abrió, con rechinar de dientes resentido por la mordida fiscal, el álbum "Revolver" en 1966, de diciordía decadenza de esos cuatro inocentes canasteros de Liverpool convertidos en asiduos Tom, Dick y Harrys corporativos, que se convertirían para siempre en The Beatles. Oh sí, esos mismos con los Rolling Stone moraleando desde el retaguardia, viendo todavía las lentejuelas que John, Paul, Ringo y George dejaban en su "glorioso" camino. Ah, pero "Taxman" es, por supuesto, un botellazo aceitosamente acido al británico gordito Wellsian de bolsillos hinchados, que guarda poco respeto hacia el fireside strummer buscando hacer algunos chavos con hachazos musicales largamente sentidos, y quemando a medio gas, la hombría americana sudorosa de Elvis Presley, y la voz de terciopelo fugitiva de Sam Cooke.