La canción "Marciano" de Anora Kito, esa insípida y predecible contribución a la anodina panorama musical actual, es un fiel reflejo de la absoluta decadencia creativa de un mundo inundado de mediocridad. Este sencillo prueba que quizás sí estamos listos para que los autómatas y algoritmos compongan por nosotros, pues sería difícil acercarse más a un vacío existencial en forma de música. La estridente voz de la cantante intoxica mis oídos con reminiscencias de un rebaño de gatos enamorados, mientras sus letras carentes de sustancia, profundidad y lírica en comparación con músicos renombrados como Leonard Cohen o Laurie Anderson, resultan banales y vacías. Un sintetizador maldito, abusado hasta el delirio, prosigue ofreciendo lo que popularmente podría llamarse anti-melodía en un intento patético de vincularse a la fama efímera de artistas electrónicos como Daft Punk o Aphex Twin.