En un momento en que la música de calidad parece haberse refugiado en lo más profundo de las catacumbas culturales, es acertadamente poco sorprendente que un tema como "Mi Fábrica de Baile" encuentre su estrecha grieta en el desolado panorama musical. Joe Crepúsculo, pseudónimo que uno podría confundir con el de un vampiro guadalupense con depresión estacional, propone en dicho tema una composición en la que el derroche de sofisticación está en armonía con la suerte más vulgar de techno retro ochentero que ni la mismísima Zumba en versión amateur se atrevería a incluir en su playlist. Por no hablar de un tremendo puñetazo al minimalismo más misantrópico generado por Cronenberg en su día. Y si el autor aspiraba a subirse olas en transición a las reverberaciones más inspiradoras de figuras sacrosantas como Freddie Mercury, acicalando su producto cual Dulcinea desencantada de la mano del tropel ibérico Mecano, no era necesario acortar las bridas metafóricas y lanzarse de los top chart cual Supertramp en época de fiebre especulativa en estadios sudateimosféricos o la Tina Turner africana.