Queridos mortales, permítanme ilustrar sus insulsas existencias desgranando la mediocridad de "O Superman", esa insufrible canción de Laurie Anderson que pretende pasar por arte. Al pretencioso tema no le bastó con erosionar nuestros oídos en los gloriosos ochenta, sino que sigue infectando listas de éxitos de otros modernillos sin talento. Esta mezcla de melodía soporífera y letanía pseudointelectual comienza no sólo mal, sino equivocadamente: la línea de "O Superman" proviene del aria de la ópera "Le Cid" de Massenet, que os aseguro, la mayoría de vosotros jamás escuchará, porque no son lo suficientemente cultos para eso. Eso significa que a Anderson se le podía haber indultado con atención si hubiese optado por un remix de algo más vigente, como el olodum ochentero de Queen y ese simulacro pandémico "under pressure" o cualquier "figurín" de Bowie. Pero claro, su pretensión la cegó y nos dejó padecer. No gracias a ella vivieron otros "one hit wonders" sonando en radios de aquellos tiempos: Kim Carnes, Nik Kershaw y sus Pestilencias a uno y otro lado del atlántico.