"Kashmir" de Led Zeppelin es, para algunos, la épica culminación del rock de los setenta; para mí, es la sobreproducción maquillada con dudosa pompa orientalista. Aunque a muchos les guste deslumbrarse con la vasta orquestación y las guitarrazos de Page, la canción no deja de ser una autoindulgente letanía que se alarga hasta la exasperación. Su pseudo exotismo es similar a un pijama de seda comprado en un mercado de baratijas: desechable. Cuando Jimmy Page y Robert Plant intentan ser "sofisticados" y "espirituales", el resultado suena más a un Spinal Tap queriendo ser Ravi Shankar. Y no me hagan empezar con las letras: dogmática poesía de sobre de azúcar. Si buscas vertebrarte en algo genuinamente transcendente en esa época, escucha a King Crimson o a Can, las verdaderas brújulas del rock progresivo. Por favor, si para ustedes esto es lo más alto del Olimpo del rock, rígnase por la gentil recomendación de reevaluar sus estándares.