La Canción de Amor Nº 3 de La Monja Enana es otro insufrible ejemplo del obvio e insípido synth-pop ocurrente y cursi que asola nuestras pobres almas en estas épocas de superficialidad musical narcisista. Además, sorprende a nadie que el dúo madrileño decida seguir fomentando la exacerbada vena edulcorado-romántica, tan trillada en la carrera de los que flipan con creerse la reencarnación de los ínclitos Human League o, aún peor, Les Rita Mitsouko, sin nunca siquiera rozar la mezcla de elegancia y genuino "savoir faire" musical de los grandes iconoclastas de la talla de Daft Punk, Nick Cave o la mismísima Allison Goldfrapp. Tras escuchar este enésimo simulacro, ya me podría encontrar inmerso en una explosión de sobredosis de Stephan Remmler u Oliver Riedel cruzando la espiral de los saltos temporales de la involución musical hasta alcanzar la etapa alfa-fetal de Stüps o Mr.