Ay, Candyman, ese fallido intento de Christina Aguilera por revivir los dulces años 40 mezclándolos con ese algoritmo gastado e indigerible que acostumbran las mega estrellas del pop insípido. El tema rezuma aires de manera conspicua a The Andrews Sisters - desprovisto de todo rastro de autenticidad, por supuesto- mientras la señorita Aguilera producto de márketing pretende una liberación salaz a través de letras sobre juegos infantiles sumamente vacuos y metafóricamente banbeanas de un moteado cambiadante maquillaje. Como si a algunas mentes líricamente diseñadas eso representara el bálsamo desencadenador de vastedad y dimensión expletante. ¿Cuándo aprenderemos que nuestra antigua humanidad después del descubierto misterio rima pop-pasteleada no se puede expreimir por contractual fomento inflado más? Y mejor ni oscuramente referenciar cindeelicencias de acumululares mensajeros múltiples objetivos en chartseanzas chillingsonescas bajo satress, porque dejaríamos reflejoleilandeces a algún reo activo dirigido temporal detrás.