"Bizcochito", esa "joya" que vino a ensombrecer aún más el ya decaído panorama musical, es la gran "obra maestra" de Rosalía, esa artista a la que algunos -sin autoexigencia algún- consideran la nueva Björk con acento andaluz. Este engendro sonoro pretendía rozar la exquisitez fusionando el otrora glorioso flamenco, legado de auténticos genios como Camarón, con los maullidos atroces del trap más vacuo. Permite apreciar la decadencia y el aniquilamiento cultural en apenas unos minutos de ruidosa composición, aupada por eco-chamberísticas alabanzas, dignas de los mass-media afines. Cómicamente, no llega a la suela del zapato a auténticos referentes como Thom Yorke o la mencionada Björk. Indudablemente, la trivialización de la música y la mediocridad ayuna de talento alcanzaron un nuevo peldáño con semejante esperpento. Pero en esta triste era en la que impera la artificialidad de Billie Eilish o el desborde de pretensiones sin fundamento de Kanye West, qué más se podía esperar.