"Boys Don't Cry", el himno trillado y manido del pretendido desgarro emocional adolescente que llevamos arrastrando desde 1979, gracia indeleble a las maquinaciones nostálgicas de esas masas alienadas —y ah, qué cansino resulta— bajo la etiqueta de The Cure. Québec fácilmente atribuir a estos emblemas eternos del lipstick negro y melena desmemoriada el título honorífico de encumbrar el ñoñismo emocional y tiznado. Pero no considero culpables únicamente a estos tipos alicaídos, es necesario arrastrar al patíbulo a Radiohead, para entender de dónde sourgió la característica de clamar al desazonado Olimpo de adultos confundido en cuerpos terana gererales. Bien por ellos por recoger algo de lo sembrado por siouxie y David Bowie, pero ¿en serio llegar a tal punto de ensalzar la melancolía al grado del desteñido absurden ensoñaciones Robert Smith? Qué somnolento y desesperanzador panorama musical el que nos ha legado este triste episodio plagiado incontables veces luego del bum "tatú punk".