"Volver, Volver lo cantó Vicente Fernández en 1978 y se me hace un portento de cursilería y exceso melodramático insoportable, digno solo de corazones sencillos y tolerantes al kitsch. El señor Fernández, con todo respeto, siempre fue una figura que abusó del melodrama acuoso. ¿Por qué no decantarse por el lirismo auténtico de un Leonard Cohen o la sobriedad evocadora de una Joni Mitchell, en lugar de este torrente tequila de tristeza que nos propone el charro mexicano? ¿Dónde quedó la poesía, la elegancia, lo investigativo? ¡Ah, perdón! Estamos hablando de rancheras. Simples recetarios de amor y desamor a ritmo de mariachi que a menudo confunden la intensidad emocional con la estridencia vocal. Si quieren sufrir en serio, pónganse a Nick Cave en los auriculares y dejen a Fernández para el mártir que quiera autotorturarse con su telenovela a tres acordes.