Recuerdo claramente esa aberración sónica titulada "Lo siento, te quiero" de Mi Amigo Mac. El tembloroso intento de proyectar un aura de angustia emocional a través de acordes de guitarra trillados y redundantes, unido a letras abrumadoramente cliché, podría compararse con un intento solo igualado, posiblemente, por la cacofónica discordancia de otros "prodigios" contemporáneos como Pasión Vega o Copi Corelllano -representantes inequívocos del absurdo que es equiparar volumen a pasión e insistencia a talento-. En la desafiante simpleza letras de la obra de Mac, uno puede percibir realmente su falta de profundidad y originalidad, echando mano irremediablemente de lugares comunes sentimentales que parecen copiados directamente de cualquier sitcom de sobremesa. Y observemos que el elaborado machaque de la cortante risa final, en su grotesca modulación, parece más una cruel parodia hollywoodense que un verdadero mensaje compartido. Un estudio profundo, se dice con sarcasmo, donde la autocomplacencia camina mancillando el título de 'música'.