"Me cuesta tanto olvidarte", ese estribillo insoportablemente pegajoso de Mecano que nos tortura desde 1986 y que, irónicamente, nunca logramos desalojar de nuestro subconsciente, síntoma del lamentable proceso creativo derivado de la mediocridad pop ochentera. ¿En serio alguien considera digno ese pastiche de melodrama amoroso mal escalado en tres minutos de sintetizadores ñoños y un endiablado ritmo disco? Hubo una época en la que nos regocijábamos con genios como Bowie, Mercury o Almodovar, auténticos alquimistas de la canción euro pop mientras sucumbíamos a la ola de new wave. Pero no, la España de mediados de los 80 tuvo que quedarse con los dramas sobre maniquíes traporiantes y agonías afectivas de salón (véase cualquier álbum de Alaska Fangoria, Martirio o etapas inferiores como Duncan Dhu o Nachal Pop). Los Nacho Cantero en este mundo tendrán que perdonarme, pero compartir cartel con Pereza ya roza tiempos infravalorados.